Es constructivo trascender el sentido asignado por los promotores de una acción social y colocarlo en la conversación pública.
En un ciudadano desprevenido y ajeno a todo tecnicismo gerencial, el término Responsabilidad Social, en primera instancia, va asociado a contenidos mediáticos y publicitarios. Esa evocación es una mezcla de rostros tipo "buen samaritano" y de grupos de personas con múltiples sonrisas de satisfacción. Si el sujeto hurga un poco más en las redes sociales, puede palpar la veloz multiplicación de imágenes relacionadas al comportamiento amigable, solidario: la donación a un hospital, un evento deportivo benéfico, el lanzamiento de un producto ecoeficiente, o la visita organizada de trabajadores voluntarios a la escuela de la comunidad vecina.
La proliferación de tales escenas
no es casual, sino la consecuencia de la creciente labor divulgativa en
material de responsabilidad social, tarea frecuente para los funcionarios de
las áreas de comunicación, relaciones públicas o recursos humanos. Es tal la
cantidad de producción de información en
responsabilidad social que podemos recibir más de 20 a 25 notas diarias del
tema utilizando la aplicación de notificaciones automáticas o “alertas” del
buscador “Google”.
Ello ocurre tras el aprendizaje de
la necesaria divulgación de la acción social, para lograr un mayor impacto en
el tiempo. Es constructivo, trascender el sentido asignado por los promotores
de la misma, generalmente un empresario socialmente motivado, y colocarlo en la
conversación pública. No solo porque son mayores las posibilidades de recibir
beneficios intangibles cuando se divulga una buena acción, sino que se reducen
las probabilidades de pérdidas de capital reputacional, social, relacional y
financiero, durante una coyuntura o momento crítico.
Tener clara esa perspectiva contribuye
a resituar las operaciones comunicacionales asociadas a la gestión de
responsabilidad social en el ámbito de la racionalidad empresarial. En el
fondo, las consecuencias de cualquier acción divulgativa derivada de un hecho
tipificado como socialmente responsable, caminan unos cuantos kilómetros más
allá del contexto económico. Cada iniciativa, una vez ejecutada, pasa a ser una
referencia pública, un modelo a seguir, un ejemplo de lo que se puede hacer,
adaptar a la experiencia propia e
inclusive, mejorar. Cada noticia, infografía o relato simple en una red
de una iniciativa social -como bien puede ser la colecta solidaria de fondos
entre los empleados una empresa para la compra de una cama clínica a un
paciente sin recursos- se convierte en conocimiento transferible, significable
y transformador.
Aunque el ciudadano inicialmente
mencionado no lo vea (ni tiene por qué hacerlo) la responsabilidad social es un
término cada vez más usual en el
ambiente empresarial, con sentido
transformacional. Lo es tanto por razones de supervivencia propia
-característica sine qua non de todo ser vivo- y de necesario acoplamiento a un
metasistema mayor llamado sociedad. Y ésta también posee una dinámica de orden
autopoyético y comunicante, rasgo ampliamente tratado en la Biología del
Conocer (Maturana) y la Teoría de los Sistemas Sociales (Luhman). La
responsabilidad social representa un estadio pre-paradigmático en la
fenomenología social, y eso lo aleja de la estructuración de una única vía o
manera de hacer las cosas técnicamente correcta y lineal, porque puede comenzar
en una incipiente inquietud personal.
@xiomarayamil
Artículo completo disponible en el libro "La RSE en Perspectiva, editado por Alianza Social Venamcham. http://es.calameo.com/read/00175522484bc4af6bd21
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